Por Virgilio Suárez, arquitecto-docente universitario
En una multitudinaria fiesta pública, la noche del 23 de septiembre de 2004, al son taquiraris, chobenas, bailarines de grupos folclóricos, la orquesta sinfónica juvenil y fuegos artificiales, las autoridades de la época, junto a la embajadora de la canción boliviana Gladys Moreno, entregaban la remozada Plaza Principal y Manzana Uno.
En su momento, la transformación de la plaza desató una fuerte polémica, entre aquellos que la criticaron duramente: “la plaza no necesitaba ningún cambio”, que “debía permanecer tal cual está, porque eso es parte de la historia, y porque agrede a la identidad local”, o simplemente “es un gasto innecesario e improcedente”, “han construido un lugar desconocido destruyendo el aire colonial”, “deberían reponer el desaparecido quiosco para volver…a las retretas dominguera”, “la plaza era vieja pero hospitalaria, ahora tenemos una nueva, pero inhóspita”, “Lo que tenemos ahora es un lunar metropolitano, que sólo sirve para tomarle fotos”, etc.
Cabe recordar que el proyecto de la plaza, fue producto del Concurso Nacional de Anteproyectos realizado en 2003 por el Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz de la Sierra, cuyos ganadores fueron los arquitectos Virgilio Suárez, Mariel Palma, José Antonio Delgado y Juan Carlos Pedraza, quiénes conformaron el equipo técnico a cargo del diseño urbano de la plaza y la manzana 1, destinado a revitalizar el centro histórico, además de plantear nueve lineamientos estratégicos: nuevo sistema de transporte público, promoción de políticas habitacionales, manejo del patrimonio histórico educativo y religioso, incentivos para el sector comercial y abastecimiento, mejoramiento del paisaje urbano y autogestión administrativa del microcentro. A pesar del tiempo transcurrido, salvo algunas iniciativas privadas, las gestiones municipales posteriores han hecho poco en su implementación integral.
A las razonables críticas iniciales, porque se trata del lugar que representa el corazón y el alma de nuestra ciudad, existe la coincidencia que se afrontó y se apostó por la obra pública responsable acorde a los nuevos desafíos para iniciar un proceso colectivo de puesta en valor de uno de los espacios más importantes de la ciudad, iniciativa que ha permitido que la gente se apropie, en el entendido que las ciudades al igual que la ciudadanía se reconstruyen permanentemente.
La plaza con sus luces y sombras, se presenta como una de las intervenciones urbanas más importante de inicio del siglo XXI, que con distintos matices las redes sociales de los últimos años de propios y extraños escriben y dan testimonio sin censura: “Linda”, “Tranquila”, “Excelente”, “Segura”, “Bello para encuentros con la familia”, “Me encanta ir a sentarme a la plaza en la noche y tomar un cafecito cortado”, “Otro fresco espacio natural, agradable, bonito, bien cuidado”, “Lugar imperdible si se visita Santa Cruz”, “Te recomiendo ir para la serenata del 23 de septiembre”, “Se disfruta el aire de provincia”, “Constituye un espacio para el esparcimiento con amplios andenes y palmeras que le dan ese aspecto de tropical”, “Creo que la plaza se la ha rescatado gracias la peatonalización de dos calles”, “Los cruceños saben hacer las cosas”, “Cuando viajé a Santa Cruz de la Sierra, uno de mis objetivos era visitar la plaza metropolitana”. Aunque se reconoce ciertos excesos como el de los vendedores ambulantes y la falta de control municipal, la gente hoy se pregunta: “¿Quién cambió el uso de la Plaza 24 de septiembre, en pleno mes de Santa Cruz?”.
Se reitera que el proyecto consensuado concibió a la nueva plaza en su dimensión metropolitana, multiplicando la superficie para el uso urbano, peatonalizando las calles Ayacucho y Bolívar, ampliando sus límites tradicionales con la Manzana Uno y ejerciendo un efecto dominó en su entorno inmediato, con la instalación de una serie de emprendimientos culturales y de servicios estrtaégicos.
La nueva escala conceptualiza la idea del “gran vacío urbano”, que debía ser ocupado por nuevos equipamientos, a través de capas y redes de conexión con la escenografía de sus cuatro bordes. Para ese fin se planteó jerarquizar el vínculo con la fachada sur donde se encuentra la catedral y la brigada parlamentaria, a través del sendero que parte del atrio ampliado de la catedral y bordea la plaza histórica para conectarse en la manzana uno.
Se taló el gran gomero que tapaba el atrio de la catedral. A nivel de mobiliario, se construyeron bancos y mesas de hormigón armado revestidos en granito chiquitano, además se instalaron mesas y asientos para juego de ajedrez y se renovaron los bancos tradicionales de metal y madera. Todos los pisos fueron cambiados y ampliados, con un nuevo sistema de luminarias. Ha llamado la atención el cierre de la brigada parlamentaria al trazado peatonal, así como el colocado de la verja en las jardineras de la catedral.
Al cumplirse 20 años, la plaza se ha consolidado como punto de integración, donde propios y extraños encuentran la oportunidad de compartir y comprender gran parte de nuestra identidad, compleja y optimista, como lugar donde se convive a diario y refleja en gran medida nuestra realidad diversa, que estimula el carácter democrático del espacio público, que se recrea con la crítica, el encuentro y la sociabilidad, porque finalmente a la identidad, no se la busca, simplemente se la asume. Por eso se suscribe la idea de Borges cuando dice: “Abajo el puerto se abre a latitudes lejanas y la honda plaza igualadora de almas se abre…, como el sueño”, la plaza donde mejor se percibe el estado de ánimo de unos y otros, para seguir escribiendo nuevas historias; es decir, la plaza existe en tanto pueda llenarse de palabras de todos los colores e intensidades.